EL ABRAZO, NUEVA YORK, ESTADO UNIDOS, 1980
Esta
fotografía es una de las más significativas de la obra de Nan Goldin.
Con
ella la artista intenta trasladarnos la verdadera esencia de un amor donde la
agresividad y la ternura se unen para dar forma a este difícil sentimiento.
En
ocasiones el amor duele llegando a dejar secuelas de por vida. Nan sabe
documentar esta realidad mediante la tensión con la que el brazo masculino
rodea al delicado cuerpo femenino a modo de protección o incluso de dominio.
Con ello nos refleja estas dos facetas del amor; la autonomía y la dependencia
que crea en la sociedad.
Más que
el ser amado es la sensación que provoca el pensar en serlo por alguien lo que
nos vuelve adictos a esa persona; incluso al dolor que nos provoca. En la
escena se contempla perfectamente esta adicción, esa falsa necesidad entre dos
personajes mediante un abrazo que incluso puede ser contemplado como gesto de
presión (esto último si nos fijamos en la tensión del brazo masculino)
La
frialdad de la estancia (debido a sus colores apagados y débiles) nos hacen
centrarnos aún más en ese doble significado; un abrazo se relaciona con algo
íntimo, algo que une a dos personas, la distancia más corta entre dos sujetos…
por ello la calidez debería de estar algo más presente en la escena (ya fuera
mediante colores o luces cálidas que envuelvan la escena como un conjunto
íntimo más que como una sombra opaca entre dos personajes) Esta ausencia de
colores fuertes y cálidos es lo que envuelve en cierta penumbra la escena; las
sombras, el azul del vestido y el aura con cierto tenebrismo son partícipes en
la creación de esta sensación de soledad en compañía.
Nan nos
envuelve con sus dobles significados una vez más dejándonos libre albedrío en
cuanto a la interpretación de su obra ¿Es el amor acaso una cadena o una mera
protección más? Esta es la pregunta con la que la artista me ha envuelto a la
hora de contemplar la imagen; la dualidad de amor odio en la que ella misma se
encuentra en su relación sentimental (que acaba costándole palizas físicas y
heridas psicológicas) se ve también reflejada en la escena donde agresividad y
ternura se aúnan para formar un falso espejismo de bienestar adictivo.